Después de
algún tiempo de ausencia –virtual- de estas cumbres serranas y tecnológicas,
regresamos de nuevo a estas rústicas andanzas, para afirmar como decía Paco Martínez Soria, ¡la ciudad no es para mí!, …ni para la
mayoría de los humanoides. Y es que, a pesar de todo, ese es un mundo
totalmente antinatural, artificial, insolidario, insostenible… y podríamos
seguir con tantos IN_ que no acabaríamos.
Y es allí -donde atan los galgos con longaniza-, en la ciudad donde residen todos esos que nos gobiernan y
organizan nuestro mundo, tanto el virtual como el rural y nuestra vida en
general. Y así nos va. En esos ambientes cerrados e impregnados de tanta celeridad,
las mentes de nuestras elites dirigentes creemos que no pueden racionalizar
como es debido. Las ideas salen siempre contaminadas y muy tóxicas. A los
resultados nos remitimos.
Desde allí trazan las políticas y pautas normalizadoras a seguir por todos.
Incluidos lugares, personas y ecosistemas totalmente contrapuestos. Nos dicen
que hay que sembrar, cuando y donde. Cuando se puede quemar y cómo. Quitan o re-ordenan los servicios a su manera teniendo en cuenta unos mapas y unos
indicadores estadísticos totalmente sesgados e interpretables. Nos administran
nuestra vida y nuestras costumbres basados en unos criterios de rentabilidad
-no se sabe si económica o social o particular-, que siempre acaban
recortándonos algo o llevándolo más lejos o poniéndolo más caro y difícil.
Y así año tras año, decisión tras decisión, desde tiempos inmemoriales,
creando leyes, proyectos o programas de “desarrollo rural” que, a la vista
está, solo han servido para echar a casi todos de aquí. Para arruinar un modo
de vida diferente y llevar un DESEQUILIBRIO al territorio y al sistema de
producción de tal calibre, que harán falta muchos esfuerzos y años para
revertirlo… si es que se tiene esa intención.
Y no es la cosa sea difícil o imposible. Al fin y al cabo, TODO son
decisiones políticas –desde tiempos inmemoriales- y por tanto económicas que
repercuten de modo irreversible en nuestro mundo o en el que le toque el turno.
Todo son medidas a corto plazo, tan corto como las miras de estos dirigentes
que desde hace décadas solo obedecen a índices de popularidad o imagen, con
horizontes a cuatro años, como muy lejos. Y claro, ahí tenemos siempre las de
perder porque somos pocos, viejos y poco activos.
Nos conformamos con pocas cosas. De todas formas, si esas mentes respirarán estos aires, pasearan cada día por estos caminos o estas laderas, tuvieran estos horizontes desde sus ventanas... otro gallo nos cantaría.